Madre de Mitos

Bruno Dayan

Lo recuerdas, eras Cassandra en tu primera voz, tú lo elegiste.

Te vestías para nadie, – en todo – y te preparabas para creer que alguien tiraría, alguna vez, de los hilos del vestido hasta tu pelo, para verte, detrás de tus ropajes ancestrales, como una campesina, como una niña rota, como una mujer sencilla, desnuda…Sola.

Hablabas con la voz de las estrellas y los sueños. Tu madre te decía que eras sino de vocablos no nacidos. Ella te sonreía, siempre, como admiran las madres, rotas de mirar y de temer, creyendo que sus miedos son fortalezas áuricas, recursos para diosas de sentires frágiles cuyo fin es no dejar que nada de lo que daña suceda.

Despertó antes de morir por última vez, solo para mirarte. Para hacerlo, como profetizaste, como sabes que no volverá, jamás, a hacerlo nadie.

– Estás tan bella que dueles –

– Es la belleza, madre, lo que me duele

madre, madre no me dejes –

La noche que predijiste, viene, viene, -siempre viene – nadie la cree ni la escucha, quizás es solo un producto asombroso de tu vientre. La amas, la temes, no basta con arañar las voces, ni con arrojarse al sueño de otras vidas con tu muerte. Se agujerea se extiende, más si cabe, entre el ayer y el presente.

Y tú, discipliente, miras la luna, quieres que te arrope y que te entienda: tienes que arrancarte -lo que ves y lo que sientes, lo que viene – con los dientes.

Dueles tú, (ahora lo sabes) lo que fuiste y lo que eres.

No hay nadie en un laberinto aferrado al hilo de tu voz…

Nadie, Cassandra, deshace el vestido.

Tal vez, fue Ariadna la que se quedó tu suerte.

Anneke C.Satreu

Habitado

Mark Harless

Vienes, me habitas, me llenas

me sobrecoges.

Sucede en un vivir estático, en un rincón de árboles que soplan su designio para llamar al viento. Éste obedece, se enreda entre las hojas infinitas; las desnuda, se descubre, acontecen desvelándose.

La savia habla de semillas, de líquidos latidos que en forma de suspiro atraviesan sin esfuerzo el cuerpo de la tierra y toman la comisura de su boca – ésa que bebe del cielo – con un tallo frágil, con un hilo de verdes que asciende con su esperanza desde el vientre oscuro de la última Pandora.

El viento se estremece. Solo escucha el viviente ritual de los encuentros que contempla en la naturaleza volátil de las hojas, por las que se deja caer como hicieron los ángeles, para sentir el corpóreo vértigo y el aura reverberante de un primigenio paraíso.

La luna estuvo aquí, anoche, entre estas hojas – todo en ella crecía – Cóncava acunaba las noches infinitas de una mujer dormida que sueña con el viento. También así un encuentro, el aire que exhalado no oculta ya a Vulcano. Los dos soles que yacen en el mundo – uno radiante, otro latente – se revelan en el amor borrado que sueña esa mujer donde la luna estuvo.

Se cumple, así, profético, un reino de poetas visionarios, un lienzo por los siglos esculpido. Los dedos solo tiemblan de si mismos, las copas de los árboles son casas empezadas al final de cada cielo. Se retroalimentan. El pájaro y el viento, la rama, la luna, la mujer que bajo todo el engranaje de las noches espera la palabra que la fragua y que la sueña.

Mandalas, laberintos, espirales, áuricas resonancias marcando las millas náuticas de la lágrima que cayó de Venus, alcanzó a Gea, retornó al gran Logos.

Y así, las mil y una noche de un rincón bajo los árboles en el libro de las vidas. Y así el viento y los dos soles y el pigmento omniabarcante que los une, los contiene y los derrama.

A ellos, los que sueñan, profetizan, cantan, gritan, arden hasta la alabanza sagrada de los que repartieron los cielos por sus cuerpos.

A ellos…a esta yo que nunca vio las cosas como son sino cómo siento que vienen hacia mi desde todos los tiempos.

A ellos, a mí, a ti que llegas, me habitas, me llenas…

me sobrecoges.

Anneke C.Satreu 2020

Rocío en blanco.

Polina Washington

Cerrando el libro, es así, tal vez, la única forma en que puedo escribir nuestra primera página.

Suspirar junto a una gota de rocío mientras la gravedad la atrae con su voz de presagio terrestre y ésta se da, sin separación, al temblor de la hoja y a la mota de luz que la atraviesa.

Ese aire en el que convergemos se adhiere a la comisura de mis labios y por un instante, somos, la misma gota cíclica de sol que ha tomado el cuerpo de la hoja, y a la vez, las dimensiones, y a la vez el rastro de la luna que se esconde, para yacer, silenciosa en nosotras.

Las puertas de los vientos pasan sus dedos de llave por el cuerpo de un tiempo dormido, que al raso, esculpe la profunda intemperie que nos sostiene cuando, nosotras, juntas, trinas, una, somos las que miramos el abismo, y nosotras mismas somos las que devolvemos la mirada, inclinadas ante la semilla donde se sostiene el eje primordial del continúo efímero, del detalle extremo, del colosal instante en el tirar de la raíz; de la madeja.

Hablamos con la única voz que conocemos: la de todas.

La de las que han de volver y la de las que se siguen marchando, como la escarcha, con su piel de niebla, de puntillas sobre palabras que dejan en mis dedos otras formas de amor con que ser pronunciadas.

Y yo digo, ojos, y es el río quien surca el azul para trazar la búsqueda, y yo digo manos, y es la gruta de una célula motriz la que alcanza el final de un origen para recomenzarnos.

Y yo digo: calla, háblame de aquel silencio donde apretamos los labios y el cuerpo de los mundos, para que entrara, abrupta, la verdad mientras salían las lágrimas…

Porque no hay primera página que no sea convocada por tu encuentro y por mi más lejana cicatriz.

Anneke C.Satreu 2020

Borrador

Algo de lo que borrado alcanza su penumbra y se cobija en lo efímero del rayo con su anónimo.

Algo de aquello, que ancestral, suelta sus cabos siderales hasta la madeja de estrellas que contemplo y me atraviesa bifurcando mis latidos invirtiendo las raíces y las venas, desbocando el hambre de los árboles hasta el dócil horizonte que devoro.

Algo en este nado subterráneo, los portales y su flora, las palmas de mi mano y los corales, la voz del tiempo en el silencioso espacio, la toma del corcel, el asalto del llanto; el cielo que perpetua el desamparo, la escalera que desciende entre los soles para poner a la luna en los altares.

Algo, sinónimo crucial de lo negado. El vértigo legítimo que eleva lo enterrado. La hoja que se arrastra buscando mi palabra en este viento, el junco, el sándalo, doblegado y afilado, por su propio desgarro.

Algo soy de lo borrado

si te alcanzo.

Anneke C.Satreu 2019

Imagen: Olivia Bee

Invocación

Despojada del límite

cercada enteramente por vigilias

que me arropan con la viva desnudez

de tu mirada

callo en ti la huella atravesada

en lo inminente,

las largas extensiones que indecibles

penetran con tu voz lo que palpita

cuando tu arcano es quien

– abandonado-

se adueña de la noche que engendré

– desvanecida-

Es incendiaria la culpa que

me acusa de tus muertes silenciadas.

La luna que se extiende con sus alas

buscando aquel rincón donde alcanzaba

desde mi vientre tus brazos,

desde mi boca tu faro,

desde mis cuerdas los pájaros

donde hundíamos en llamas

las palabras.

Solo una cosa reclamo

solo aquello que el alba que abrasa

te calla,

solo hallarme – sonido momentáneo-

de un concreto anónimo

en tu pecho encerrado,

solo, eso,

solo, eso, te reclamo.

Y si un largo laberinto ha de buscarte

sostenido en la efímera continuidad

de sus caídas

que mis tres te invoquen desprendidas

de su eficiente condición de trayectoria sideral

de su misteriosa voz de sibila perdida.

Porque una gota le basta a mi naufragio

y una gota le basta a mi vientre

para cumplir la voluntad del rayo…

Yo reclamo un te amo

envuelta en el viento que me inclina

a tu significado;

porque

todo lo que sin pronunciar

ha iniciado

este lejano canto con que lloro

que se parece tanto…¡tanto!

a ese lejano llanto con que canto…

Anneke C. Satreu 2019

Imagen: David Uzochukwu

RECLAMO PROPIO

Cómo concurre lo increado a mi propio reclamo.

Cómo la noche fragua sus jazmines para que su aroma alcance alguna

de mis pieles, surgida, quién sabe,

si de la gruta de aire de un suspiro

o de la boca emancipada de algún dios que ya no sueña.

Todos mis pliegues fueron diáfanas extensiones de un marcado latido;

todas mis voces fueron motas

del destello resonante de una selva, un lucernario, un libro de poemas marcado en los abismos

del origen de mis páginas.

El intento animal de una estrella

de invocar con su caída,

un cuerpo en llamas con que abrazarse al agua;

el paso de un gigante entre las nubes, el níveo tintineo de los límites,

la escarcha del volcán,

núcleo expuesto a los delirios

de una musa,

hallada entre los desmembrados borradores de una palabra

antes del lenguaje.

¿Cómo puedo, yo, alcanzar la lentitud del argumento de mis vísceras

para discurrir entre los campos

de la noche,

para predecirte entre los pródigos rescates de la ausencia?

¿Cómo en mi propio reclamo

un fragmento de nosotros

me contempla y se superpone, irreversible,

implicándome, absteniéndose, agudizando las lluvias sin mesura donde es ya imposible declinar

la abrupta lejanía de mi causa…?

Como si todo hubiera sido desplazado por tu pérdida,

como si el álamo recitara

el celestial errar de mi desdoblamiento

sobre una voz humana…

¿Quién retuerce este ensamblado desgarro

hasta el diminuto proceso,

donde una misma voz te busca mientras dice:

Lo sabías, detrás de la sombra de tu lengua, solo se cumple tu espera,

solo coronas costuras,

solo arañas la otra piel de tus Evas

y allí, sola,

– increada en tu vaivén de vacuidad-

allí solo acudirá

la tierra.

Anneke C. Satreu 2019

Imagen: Olivia Bee

Plurales blanqueados

Sin epitafios.

La soledad no hace rehenes en su itinierancia ni desmembra los adverbios dejando errantes modos de encontrarte.

Allí o aquí, ya no me pertenecen, ni se toman en mi huída ni en mi nombre un punto de partida con el que brindar un : «espera, ya voy; no te he olvidado»

Los nombres han dejado de numerar los espacios, donde antes, entre cualquier latido, yo podía entonar la medición exacta de la vida entre tus sílabas.

Sobre ningún lugar, las palabras que tomaban la ventana con tus lluvias deben crecer, ahora, sin blanquear, enmudeciendo margaritas a su paso con la excusa lingüística de un antiguo rito de silencios prometidos donde nuestros nombres, presos hoy, por un incumplimiento acumulativo de los verbos cavan su propia zanja.

Viví solo de sombras durante…durante ¿cuánto aire?

Quizás, yací sin voz durante todos los nombres a los que no llamaste, vida.

Si anduve insólita, de la una a las todas, de las todas a mí, de las ellas en olas con las otras rotas…

Tal vez, sí fui rehén de un singular nómada y mi paso el epitafio en blanco de un plural para cada soledad.

Anneke C. Satreu 2019

Imagen: Noel Oszval

Hojarasca profética

Detrás de mis casas de agua,

donde susurrabas palabras de noches con la lentitud de un instante

de viento,

– detrás, al fondo, muy dentro-

algo se conmueve en los jirones

que han detenido a los mundos (y a los mares)

mientras lo imparable cae revelándose parte del lienzo

donde cualquier ocre puede trazar

con mi vértigo

otro modo de poseer un otoño

y otro equinoccio donde envolverme

con la voz arrebatada de la entraña de mis sueños.

Sentir que desde el vientre de una bóveda celeste

el bosque amniótico de los olvidos

permanece transprente en su cordón anunado a la luna

con los últimos suspiros que mi ombligo

gritó en aladas llamas subterráneas

para ser solo nombre de aquello

que ya no busca un verbo ni una tierra

conjurando sus brebajes de silencio

a la piel donde la niebla nos empuja

– informes-

a yacer sobre lo desvanecido.

Detrás de mis casas de agua

lo que te precedía me anunciaba

y hoy me borra.

La hojarasca presente del ayer

que no nos hizo

se me traga

y solo busco el pulso de lo ausente

para justificar el impulso,

que me arroja al otoño sin llegar

donde quisiera ser luna

donde tú te detengas

muy dentro de mi nómada estela.

Pero no ha vencido, aún,

la estación de la caída a los veranos

y ni siquiera yo soy hija de la noche

para poder desde el centro de las aguas de este viento

creer que puedo comandar mi inexsisencia

hasta menguarte…

Y es que a veces me anticipo a lo que tarde se revela

– con su hoy de viento informe-

y caigo en tu nombre y me elevo

sobre esta casa de agua

– detrás, al fondo, muy dentro-

de la que presiente sin su voz

el devastador aliento del otoño.

(Si supiera, si supiera que en tu azul

pervive aún mi profecía…)

Anneke C. Satreu

Imagen: Natalia Deprina

Si supiera

Si supiera que el río habla del viento a través de mi fuego…

Si lo que está en mi cuello es la llama del agua, el halo, el espejo donde uno es reflejo de los ojos que busca entre sus propias pieles.

Si la noche certera con su rueda de éxtasis afilara sus alas precoces…

Si en las venas el curso de las crisálidas yaciera tumbada sobre el universo que presagia su expansión antes de que la mariposa tiemble y cristalice el augurio que se contrae en el vientre hasta que estalla expandiendo su deriva…

Si supiera qué corte de estrellas despierta tu memoria en mi sueño de luna.

Si supiera si el viento que desborda mi fuego es la fragua del agua que vela tu voz.

Si supiera callar lo que es sentir que hallé en tu noche de dos soles el principio que une el final de mis aguas…

Anneke C.Satreu 2019

Imagen: Jackson McGoldrick